
Cuando era niña y descubrí el teatro, lo veía con admiración y lejanía. Algo sólo accesible de hacer para unos pocos.
Pasaron los años y el teatro se puso en mi camino para que me sumergiera en él sin pensarlo demasiado. Demostrándome que éramos el uno para el otro. Un espacio al que sentía que pertenecía. Di mis primeros pasos de la mano de José Luis Arellano con su proyecto pedagógico La Joven Compañía de Parla. También me acompañó en esta época Chevy Muraday y Andoni Larrabeiti. De ellos aprendí que la danza es mucho más que una concatenación de movimientos.
Mi interés por la danza estuvo presente desde pequeña y con el tiempo, fue a más. Me formé en danza de forma paralela a las artes escénicas, especialmente, en danza del vientre.
Todo esto, sumado al deseo y la necesidad por comprender la psique humana, la complejidad de nuestra especie, de nuestro comportamiento y de los motivos que nos llevan a ser y a hacer desde lugares tan diversos, me hizo comprender que las artes escénicas, más que de ocio, se trata de una profesión humanista.
Marta Gadour.